30/3/14

La abeja solitaria

Una vieja abeja, hastiada de su tipo de vida, se planteó organizarla en solitario.


- Este asunto de la colonia, en realidad —se decía— no conviene. Deposito mi miel en esa vieja colmena para que otros puedan comer, vivir y prosperar. Hago yo más trabajo en un día que otras compañeras en tres. Trabajo y me desvivo, ahorro y acumulo, y por todo eso no obtengo más que casa y alimento. Voy a organizar y dirigir mi propia colmena, y para mí serán todos los dulces frutos de mi arduo trabajo.



La abeja voló sola y decidida a su prado. Comenzó un negocio propio. No pensó más en ese clan zumbón que se llama colmena o familia, que ya la tenía harta. Puso todas sus capacidades y energías al servicio de su ambicioso plan.

- Esto es vivir —se repetía—. Soy fundadora, emprendedora, libre. Se acabó: ya no soy rebaño, una más... ¡Cómo habré descubierto tan tarde esta vida!

Pasaron sus felices días de triunfadora empresaria, y vino el verano. Poco a poco le fueron pesando la soledad, los problemas, los años y hasta los días. Perdió ilusión, empuje y alegría. Otros insectos la atacaron, devoraron su almacén. Su cera se agotó y, lo que era peor, su corazón se fue llenando de amargura.

Triste, volvió a su antigua colmena. Poco a poco se integró en ella sin pensar tanto en sí misma y sin compararse con las demás. Sus últimos años fue muy feliz.